domingo, 27 de enero de 2013

Letras, palabras, sentimientos...

Mis manos titubean sobre qué decir. Mi cabeza se censura y mis labios callan esperando que mis ojos hablen por ellos. Y en esta cadena de silencio en la que mis sesos se exprimen sobre qué plasmar en este papel, y las palabras aguardan desamparadas a que alguien las lea, me pregunto si a al menos una sola persona en este amplio mundo le interesará las ideas de esta maniática de sus propios sentimientos. Me pregunto también qué escribir, me pregunto cómo empezar con esto pues… tonta de mi, apenas me había dado cuenta de que ya están escritas las primeras palabras de este simple y vago texto. 
Y ahora pienso que no hay nada, ningún tema, ni ninguna historia que no haya sido jamás contada. No estoy en la edad medieval donde para hacer lo que hago ahora, había que ser cuanto menos un erudito. Otros más grandes que yo, ya han conmovido y cambiado a la sociedad con sus palabras. 
Pero… por mi propio bien, confío y creo firmemente que una historia o un tema puede ser enfocado de mil y una maneras distintas. Que llega un momento en el que no es qué contar, si no: cómo contarlo. 
Por que es la forma en la que el amor y el odio, la alegría y la tristeza, se compaginan. Es cómo fluye la imaginación por los dedos del escritor, inventando y sintiendo cada palabra, los que hacen que se sienta el deseo de leer, y al terminar lo escrito, nos sea necesario acariciar cada palabra para grabarla en tu ser de por vida. 
Es eso, es ahí, cuando al releer una sonrisa se posa en nuestros labios, cuando una lágrima surca nuestra mejilla, o el odio anteriormente sentido regresa con la misma fuerza, cuando el escritor y su amor por las palabras pueden suspirar tranquilos. 

Pequeños tesoros

  • Rimas - Bécquer
  • El primer día - Marc Levy
  • Quintaesencia - Gala

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