sábado, 10 de agosto de 2013

La pócima de la apariencia perfecta


Vivimos en un tiempo en el que la sociedad nos exige estar perfectos; tener un cuerpo espectacular, una cara bonita, ir bien arreglada y bien maquillada. (¿Porqué hablo en femenino?... Prefiero no contestar). En esta "era", la publicidad y la masa nos dominan, diciéndonos qué comer, cómo vestir, y sobretodo, cómo ser

Increíble, ¿no? En un época en la que todos estamos en contacto con todos, en la que encontrar a sólo un click a alguien con tus mismos gustos e ideas, seguimos condenados a movernos según "ellos" dictan. Porque siempre hay un "ellos". A pesar de todo, las costumbres mandan y en el momento en el que alguien se salga ligeramente del camino... ¡ZAS! Se le juzga y critica: se le discrimina. 

Y, si, este tema me toca terriblemente la moral. Personalmente, me tengo por una persona con sus manías, con sus rarezas y sus ideas propias. Alguien que no sigue ese rebaño (como decía Nietzsches), aunque haya cosas de la sociedad que sí le gusten.
Por tanto, en mi caso no es todo tan fatídicamente malo, esas desigualdades te alejan de algunos, pero no te aparta de todos. Se podría decir que soy "camuflable" (supongo que esa palabra existirá, tiene que existir aunque suene fatal).

Lo que no es "camuflable" es lo que llevamos fuera, esa carta de presentación que hace que desde el minuto 0 en el que conoces a alguien, esa persona ya tenga una idea sobre ti. Ese exterior que nos hace caer en los estereotipos:
"-Sí, hombre, ese con el que hablamos ayer... Que era rubito así... muy feo".  
¿Cuantas veces lo hemos dicho a lo largo de nuestra vida? Muchas, seguro, y a mi no me importa reconocerlo, aunque no sea el bellezón del siglo. 

Es exactamente eso de lo que va esta entrada. De la apariencia. Ensalzamos la belleza de algunos por encima de su talento o sus dotes para con la gente, preferimos (yo no, ¿eh?) una cara bonita a una buena conversación. Y no nos damos cuenta de lo simples que somos (tampoco yo, ¿eh?), nos limitamos a fijarnos en algo que ya viene de serie, etiquetando a la gente desde el mismo momento de su nacimiento, y si no es como queremos, lo obligamos a ser como queremos que sean. Provocando complejos, inseguridades... Y todo cuando posiblemente, aquel al que criticamos, sea la persona más bonita de la tierra. 

Quizás todos tengamos que poner de nuestra parte, queriéndonos más a nosotros mismos. 

0 comentarios:

Publicar un comentario

Pequeños tesoros

  • Rimas - Bécquer
  • El primer día - Marc Levy
  • Quintaesencia - Gala

Contacta conmigo

Sígueme en twitter:
O bien mándame un correo electrónico
dtplt21@gmail.com