viernes, 10 de mayo de 2013

Registro (Final)

 

María cepillaba su cabello con insistencia. Nerviosa. Escuchando vagamente las risas de sus compañeras de habitación. Como si no fuese bastante con la conversación escuchada y la posterior desaparición de Clara, David no había acudido a la cita diaria en el jardín. Temía que tras contarle sus miedos y preocupaciones el chico hubiese decidido hacer algo. María meneó la cabeza apartando con ello sus ideas. Nada malo le habría pasado a David. Nada. Se convenció.
-¿Habéis visto al chico nuevo?- preguntó Helena a sus amigas. Su tono de voz fue considerablemente alto, por tanto no fue de extrañar que María se enterase.
-¿Qué chico nuevo?- se introdujo en la conversación de las jóvenes bruscamente. Todas la miraron. Helena sonrió maliciosamente.
-María, yo lo vi primero-la informó. La joven entrecerró sus verdes ojos, desafiante al escuchar la respuesta de su compañera. Ante tal mirada Helena se dejó caer sobre la cama. Y comenzó a describirle a ella y a sus amigas al nuevo chico de cabellos castaños y ojos oscuros.
 
            Paseaba por los pasillos del orfanato dejando que exclusivamente la luna alumbrase sus pasos. Mantenía la mirada fija en el suelo y las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Con una de ellas arrugaba una y otra vez un papel. Nervioso. Todo permanecía en silencio. Solo podía escuchar vagamente risas y animadas conversaciones que se producían dentro de las habitaciones. Quizás también llantos, pero aquello no quiso identificarlo. De pronto vio al fondo del corredor una luz. Un candil sujetado por una hermosa joven. María. Podría reconocerla en cualquier lugar del mundo. Ninguno de los dos varió la velocidad de sus pasos hasta que estuvieron los suficientemente cerca como para lanzarse a los brazos del otro.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó María. David se limitó a sonreírle. –Me tenías preocupada- confesó.
-Lo siento- se disculpó. -Ayer…- no estaba seguro de si debía contarle todo lo que había ocurrido desde que se separaron el día anterior. María tomó su mano y con una mirada a la que David no podía resistirse lo obligó a hablar. –Ayer me colé en el despacho del director.
-¡Te has vuelto loco!- exclamó, aunque ya no había solución para tal locura.
-Sshh- la calló David. María fue a protestar, nadie tenía derecho a callarla. Ni siquiera él. Entreabrió sus labios para replicar pero David colocó su dedo índice sobre ellos, haciéndola permanecer en silencio. Fue entonces cuando escuchó un portazo. Seguidamente unos fuertes pasos que cada vez se hacían más presentes. María agarró a David por los hombros y lo empujó suavemente hacia atrás pegándolo a la pared. Escondiéndose para no ser descubiertos.
-¿Está todo listo?- una voz masculina acompañó a los pasos. Pero no estaba solo.
-Sí, ¿está seguro de que…?- ésta era una mujer. Su tono de voz fue descendiendo hasta callar.
-Es la última, Julia-.
-Pero…- no sabía qué decirle. Cómo intentar convencerlo para que no llevase a cabo su plan.
-Pero nada, todo está preparado. Has de ir- le ordenó.
María abrió los ojos de par en par. ¿De qué hablaban? ¿Qué era aquello que Julia debía hacer? Su corazón estaba desbocado y sus piernas temblaban hasta el punto de temer derrumbarse. Miró a David instintivamente.
-¿Lo has escuchado?- le preguntó una vez que estuvo segura de que las dos personas habían pasado de largo. David asintió.
-Eso era justo lo que iba a contarte.- le dijo. María lo observó con una curiosidad acuciante. –Verás, ayer estuve en el despacho de Alejandro, el director. En un primer momento no encontré nada pero después, en el suelo había una ficha.
-¿Una ficha?- preguntó.
-Así es. Clara Ruiz, ¿te suena?- dijo David un tanto irónico, notando como el rostro de María se fruncía más aún. –En su ficha encontré la fecha de su muerte.- esta vez la joven palideció. Negó con la cabeza negándose a creerlo. –Murió hace dos días.- apuntó el chico. – Aquello no fue lo único.
-¿Hay más?- exclamó.
-Choqué con una estantería y al colocar un libro que se había caído encontré más y más fichas. Todas eran de niños que habían pasado por aquí en estos últimos tres años. Todos habían fallecido.
-Eso no es posible.- María seguía sin querer creerlo.
-Las causas no estaban bien identificadas y lo más extraño de todo era que…- apagó la frase mientras fijaba su mirada en la nada. –Todos se apellidaban igual: Ruiz.- El corazón de la joven se paró. Negó insistentemente con la cabeza.
-Dime que tienes una explicación lógica para todo esto.- le suplicó María.
-No sé si será lógica pero en este día aquí encerrado he podido hacer mis propias deducciones.
-Pues habla, por favor.- David notaba el miedo en cada poro de la piel de su amiga.
-Escucha. Cuando leí todos aquellos historiales los solté asustado . No sin antes coger el último papel que había bajo ellos. Justo entonces la puerta se abrió y apareció Alejandro. No se me ocurrió otra que decirle que estaba perdido, y me sorprendentemente me dejó hospedarme aquí hasta que encontrase la forma de dar con algún familiar –la chica de ojos verdes pareció ir comprendiendo cosas poco a poco.
-Y qué ponía en ese último papel.- preguntó.
-Era un recorte de periódico.- señaló. Justo entonces sacó del bolsillo una hoja arrugada y se la ofreció a María. Ésta lo extendió comenzando inmediatamente a leerlo.
-“Fernando Ortega fue asesinado ayer.”-leyó. -¿De cuándo es este artículo?- musitó para sí.
-Es de hace 4 años.- le respondió David, que la había escuchado.
-Miguel Ruiz, rico empresario de la capital acabó la pasada noche con la vida del que hasta el momento era su amigo- continuó leyendo haciendo caso omiso a la respuesta de David. Siguió observando aquel recorte y al terminar de hacerlo miró al joven. - ¿Qué clase de broma es esta?
-Por desgracia, ninguna.- le dijo.
-Esto no puede ser verdad.- se apartó de él tomando el candil con una mano y sin soltar el periódico con la otra.
-María,- David la agarró antes de que se despegase más de él. –esto me preocupa. ¿No te has dado cuenta de que…?- antes de que el muchacho terminase la frase una voz a lo lejos los volvió a alertar.
-María Ruiz-.
Ambos cerraron los ojos. Ambos habían temido aquella voz. Ambos la reconocieron. Julia. La regente buscaba a María y tras lo que estaba ocurriendo no iba a ser para nada bueno.
-Tenemos que irnos.- le dijo David.
-¿A dónde?- preguntó María.
-No lo sé, pero lejos de aquí. – tomó su mano entrelazándola con la suya.
-¿Crees qué…?- no se atrevió a terminar la pregunta. No quería pensar en el final que parecía estar escrito para ella.
-Ese hombre está loco. Busca venganza para su padre, María.- respondió.
-Pero ¿por qué Ruiz? ¿Por qué todos?-preguntó atropelladamente. A pesar de haber leído el artículo aun no terminaba de comprenderlo.
-Tras uno de ellos está el hijo de Miguel.- contestó David. -Esa es su forma de acabar con su descendencia, asesinando al hijo que Miguel y su esposa tuvieron antes de que ella por desgracia falleciese y él fuese metido en prisión- argumentó.
Estaba nerviosa. En su cabeza no paraban de surgir preguntas. Una detrás de otra. David veía el miedo en los ojos de ella y verla aterrada no lo ayudaba en absoluto.
–Vámonos.- insistió. María apretó la mano que tenía entrelazada a la de él. Asintió. Tiró de David, dispuesta a buscar el camino más corto para salir. Cruzaron los pasillos del orfanato en busca de una pequeña rendija por la que salir. Una rendija que María utilizaba de vez en cuando para alejarse del edificio por la noche, aunque al llegar el alba siempre volvía. Esta vez no lo haría. Se iba a escapar sin importarle qué ocurriera después. Se iba a escapar con el único motivo de salvar su vida. Ambos jóvenes corrían. Huyendo. Pero tan preocupados estaban en salir de allí rápidamente que no se percataron de que Julia estaba justo al final del corredor.

4 comentarios:

  1. Jaione:
    Nos dejas así?
    Espero otro relatito de compensación :-)

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  2. Genial, Ro! :) Habrá más, ¿no? Que nos dejas con las ganas. Elena

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  3. Roo que no habia leido esto, que bonitoo espero otro trozito mas porque nos has dejado en un ay, jaajaja, muchos besitos corazon (Fati)

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