viernes, 26 de abril de 2013

Registro (Parte 2)



Se lo había prometido. Le había prometido tanto que no lo contaría como que no haría nada al respecto. Y esta última promesa no la estaba cumpliendo. Un gélido soplo de viento amenazó con apagar la llama del candil que alumbraba sus pasos. Haciendo el mínimo ruido posible empujó la puerta, la cual se suponía que daba al despacho del director: “Alejandro Ortega”. Una inscripción en la misma puerta con su nombre le hizo comprender que estaba en lo cierto. Había escuchado muchas veces aquel nombre. La última, esa misma tarde. María lo pronunció para señalarle quiénes eran las dos personas a las que había escuchado. Él y Julia, la regente. David continuó con su plan, si así podía llamarse.

Tras cenar se había despedido educadamente de sus padres, subido hacia su habitación y allí había tomado las provisiones necesarias. Tras esto, había salido del caserón con dirección al orfanato.

Cerró la puerta del despacho a sus espaldas. Comenzó a rebuscar entre los papeles que había sobre la mesa. Nada. No había nada. Ni un simple documento que lo pusiera bajo la pista de algo. Dio un paso hacia atrás tratando de obtener de aquella manera una visión mayor del despacho. No supo si su perspectiva mejoró, pero en aquel momento notó algo bajo su pie derecho. Lo levantó rápidamente y se agachó para coger lo que allí encontró. Una ficha. Un historial de una huérfana. “Clara Ruiz”. De nuevo un nombre que le sonaba familiar. De nuevo recordó cómo María le había dicho este otro nombre, Clara. Se refirió a ella para hacerle llegar su preocupación. María no la había visto en todo el día, no había comido con ellas y lo más extraño era que la tutora no les había hecho referencia a la niña. Cuando uno de los huérfanos está enfermo, después de meterlo en cuarentena, les hacen saber a sus compañeros de habitación la situación, pero esta vez no fue así, y según María no podía existir otro motivo para que la joven hubiese desaparecido. David tenía enfrente la razón. Empezó a leer la ficha. Datos, comportamientos, estudios, fecha de nacimiento y lo último: fecha de defunción. El muchacho daba pequeños pasos hacia atrás por inercia, atemorizado por la información que tenía delante. Caminó de espaldas hasta topar con una estantería. Al hacerlo todos los objetos que allí se encontraban se tambalearon, asustando más aún a David, quien no tardó en apartarse. Se dio la vuelta una vez que estuvo seguro de que nada caería sobre su cabeza. Miró la estantería. Estaba llena de papeles, libros y cajas, y como mucho un par de pequeñas bolas del mundo, bañadas en oro o imitando estarlo, sujetaban todos aquellos libros de actas. Nada se había caído. O casi nada. Un pequeño libro se había despegado del resto y buscando mundo aprovechó el tambaleo para saltar de la estantería. El impacto no le causó ningún daño y David se dispuso a devolverlo a su sitio, no sin antes ver qué contenía. -Facturas, nada destacable.-pensó. Lo cerró y cumpliendo con su propósito lo encajó en su hueco.

David entrecerró los ojos. Quizás nada interesante había en aquel libro, pero sí lo encontró a su lado. Hojas. Fichas similares a la que había encontrado de Clara. Todos historiales de niños. Todos con la fecha final escrita en los últimos 3 años. Miró sus nombres encontrando variedad en ellos, pero no ocurrió lo mismo con sus apellidos. Todos Ruiz. Todos. Las manos de David temblaban sin poder controlarlas. Decidió soltar los historiales en el sitio en el que los había encontrado. Estaba atemorizado. Algo extraño ocurría en aquel orfanato, y no tardaría en encontrarlo. Se dirigió hacia la puerta dispuesto a regresar a su casa para reflexionar sobre lo que acababa de descubrir.
Pero sus planes se rompieron al tiempo que la puerta del despacho se abrió sin ser él el que lo hiciera.

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